jueves, 28 de julio de 2022

A PESAR DE SUS 70 AÑOS DE EDAD DON LUIS LEONARDO QUE NACIÓ EN ITUZAINGÓ, RECUERDA SUCESOS INTERESANTÍSIMOS

 



A medio kilómetro de la casita donde reside don Hilario Rodríguez hallamos el rancho tradicional de D. Luis Leonardo, otro criollo auténtico que muy amablemente se presta a facilitarnos cuantos datos creamos de interés para los fines de esta publicación.

Luis Leonardo tiene 70 años de edad. Nació en Ituzaingó el 14 de septiembre de 1863 en el lugar conocido por campo de Santiago Loza.

 

EL PRIMER BOLICHE

Según don Luis Leonardo el primer boliche que se recuerda fue el que se estableció en la calle Santa Rosa detrás del local que ocupa actualmente el negocio del señor Oscar Arnal. Dicho “boliche” se conocía por de Don Bartolo y fue muy concurrido en sus primeros tiempos.

 

CUANDO SE CONSTRUYÓ LA ESTACIÓN

El tren pasaba por aquí –nos dice don Luis Leonardo- y seguía hasta Merlo. No había estación en aquel tiempo. Sin embargo, aunque ya era bien chico en aquel entonces pues solo contaba 9 años de edad recuerdo un episodio interesante. Era de verano, o tal vez de primavera, pues no sabría afirmar con seguridad. Me encontraba en un campo en un lugar que debía corresponder al sitio donde está ahora la escuela número 6, o un poco más al Oeste. De pronto vi llegar un tren y con la sorpresa imaginable observé que se detenía en ese lugar. Bajaron unos señores que parecían extranjeros y después de observar un rato vi que tomaban algunas medidas; finalmente clavaron cuatro estacas entre los yuyos, a la orilla de la vía, y ascendieron nuevamente al tren que siguió su marcha.

Poco tiempo después descargaron ladrillos y otros materiales y se inició la construcción de una casa de tres habitaciones, con techo a dos aguas; eso fue la estación Ituzaingó.

 

OCHO MESES CERRADA

Terminada la estación y habilitada sucedió que no había pasajeros ni carga, ni nada que hacer con ella. ¿Para qué ferrocarril si había buenos caballos?” Posiblemente habrá sido por eso que la estación estuvo cerrada durante ocho meses. Después de ese tiempo se libró nuevamente al servicio público y esta vez permaneció funcionando hasta hoy.

 

LOS JEFES DE ESTACIÓN EN ITUZAINGÓ

-¿Y recuerda usted, preguntamos, quién fue el primer jefe de estación en este pueblo?

-Sí, lo recuerdo perfectamente –responde Leonardo-. Sé que se llamaba don Gabriel Millán; tengo presente su apellido. No duró mucho tiempo aquí porque lo despidió la empresa debido a un accidente que fue el primer descarrilamiento que hubo en Ituzaingó.

-¿Un descarrilamiento? Cuéntenos eso amigo Leonardo.

 

EL PRIMER DESCARRILAMIENTO

Ese descarrilamiento fue la derrota del jefe. El único personal era el jefe y un peón. El jefe tenía una vaca y el peón era quien se la ordeñaba todos los días, aunque eso no era su obligación porque la empresa no pagaba al peón para servicio particular del jefe. Pues bien: ese día llegó el tren antes que el peón le haya dado el cambio de vía porque en ese momento estaba ocupado en ordeñar la vaca. Al ver al tren corrió a dar el cambio cuando la máquina ya había cruzado y la consecuencia fue que los vagones se salieron de la vía. Debido a eso fue despedido el jefe.

 

OTROS JEFES DE ESTACIÓN

Y después de Manuel Millán ¿qué otros jefes se acuerda?

-Hubo varios. El segundo fue Mascardi, padre de los vecinos de ese mismo apellido; tercero fue Agustín Cuello, cuarto el señor Balestraci, que fue jefe de Morón y que se jubiló hace poco y quinto el señor Osvaldo Coquet que también se ha jubilado. Actualmente como se sabe, el jefe es el señor Felizzola.

Respondiendo a una pregunta nos dice don Luis Leonardo que la primera casa que se construyó en el pueblo de Ituzaingó, es decir, la parte que ocupa actualmente fue la de la viuda de Ratti, hoy quinta de Benvenutto. Esa casa fue construida en el año 1873 y posteriormente fue modificada en su aspecto.

La segunda casa fue la que ocupaba el primer almacén de don Felipe Pastré. Aun existe esa casa y es la que está situada en la calle Santa Rosa y Rivadavia, lado Norte de la vía, siendo la única que conserva su aspecto inicial.

La tercera casa fue la de Tabacco, hoy conocida por de Peredo, que se incendió hace algunos años.

La cuarta casa fue la de Cánepa donde funcionó un almacén.

Esos son –nos dice- los edificios más viejos que aún existen en el pueblo.

 

COMO ADQUIRIÓ DON MANUEL RODRÍGUEZ LOS CAMPOS DE ITUZAINGÓ

Don Manuel Rodríguez nos dice nuestro informante, compró a Juan Ponce diez cuadras de campo. El precio fue un frasco de ginebra que éste debía. La escritura se hizo en el boliche de don Bartolo que estaba situado en la actual calle Santa Rosa casi esquina Rivadavia. Eso fue en el año 1870. Allí se inició un pleito largo que sostuvo don Manuel Rodríguez con Melchor González, dueño este último de trescientas cuadras que formaban parte de la misma fracción de las diez que había adquirido don Manuel Rodríguez. El pleito fue largo pero al final Manuel Rodríguez perdió las trescientas cuadras.

 

LAS ELECCIONES DE ITUZAINGÓ

En aquella época se disputaban el poder dos partidos: mitristas y alsinistas. En las elecciones en el comicio había dos mesas: los mitristas votaban en una mesa y los alsinistas en otra. En esta zona había un pulpero mitrista, hombre de gran autoridad. Ahora bien; el que votaba por los alsinistas podía estar seguro que lo mandaban a la frontera.

 

“LOS TACHOS”

El vecindario habrá conocido –por lo menos los vecinos de quince años de residencia- unos enormes tanques con herrumbre que se encontraban en el campo situado detrás del vivero de Calé y Cía., donde actualmente hay un horno de ladrillos. Esos tanques eran conocidos por “los tachos” y hasta así se denominó al Campo de “los tachos”. Un extraño misántropo vivió allí, convirtiendo uno de esos tanques en residencia, lo que motivó una nota gráfica de “Caras y Caretas” con texto a varias páginas.

Nos explica don Luis Leonardo que esos tachos fueron de un gran saladero y grasería que se instaló en el año 1871, propiedad de Agustín Silveira y que proporcionaba trabajo a mucha gente y que se denominaba “La Manuela”. Desapareció el saladero pero quedaron los tachos allí más de cuarenta años.

Cuando nos retiramos agradecimos a D. Luis Leonardo la amplia y preciosa información que acaba de suministrarnos y que para los que ignoran estas cosas resulta de un valor inestimable.