Hacer una historia de Ituzaingó prescindiendo de la
personalidad de don Carlos J. Ratti, el estimado vecino que inesperadamente
dejó de existir el 26 de septiembre último hubiera significado un error
imperdonable. Así pues, una de las primeras preocupaciones del editor de esta
publicación fue dirigirse al señor Ratti para someterle esta iniciativa,
conocer su opinión y, a la vez, requerirle algunos datos personales a fin de
trazar aquí una ligera biografía del hoy extinto vecino. Había para ello dos
razones fundamentales, amén de otras de otro orden: la primera que don Carlos
Ratti era uno de los vecinos más caracterizados y estimados de la localidad,
por cuyo adelanto y progreso había evidenciado en todos los instantes de su
vida intenso y patriótico interés, y la segunda, que ese vecino desempeñaba las
destacadas funciones de intendente municipal de Morón, satisfacción evidente
para el pueblo de Ituzaingó.
Fuimos a ver a don Carlos en su domicilio nueve días antes
de su fallecimiento. Convalecía de una reciente congestión y por ello aun
estaba en cama. Nos recibió con esa amabilidad tan espontánea en él y de
inmediato acogió con entusiasmo la iniciativa que le sometíamos. Hacer una
historia de Ituzaingó le resultaba oportunísimo y nos prometió toda su
cooperación al respecto.
¿Quién nos hubiera dicho que a ese hombre, aún lleno de
dinamismo, solo le restaban pocos días de vida?
La muerte de don Carlos Ratti nos sorprendió en plena
preparación de este número. ¿Qué podríamos decir ahora? Sin embargo, aun cuando
ya no existe, un imperativo de conciencia nos indica que algo faltaría en esta
publicación si no nos ocupáramos de la personalidad del distinguido vecino
desaparecido.
Vamos pues a reproducir a continuación algunos párrafos del
artículo aparecido en LA TRIBUNA del día 5 del mes corriente, artículo debido a
la pluma del propio autor de esta publicación. Buscar otras frases solo
significaría cambiar el aspecto de un mismo pensamiento y de un mismo
sentimiento.
“El señor Carlos J. Ratti contaba 58 años de edad. Había
nacido, efectivamente, en la capital en el año 1874, domiciliándose desde niño
en la vecina localidad de Merlo, donde realizó sus estudios. En 1885 se radicó
en Ituzaingó, localidad en la que permaneció desde entonces.
En 1890 estableció en Ituzaingó un negocio de carnicería,
actividad que atendió durante muchos años. En 1890 comenzó a dedicarse a
comprar y venta de hacienda, y poco tiempo después se asoció con don Nicandro
Reyes para la instalación de la feria de Merlo. Continuó siempre dedicado
íntegramente a esas actividades y siete años después formó sociedad con los
señores Fiorito Hermanos y Sambrizzi, firma que posteriormente y hasta la fecha
quedó reducida a Ratti y Sambrizzi.
En 1918 el extinto llevado por el dinamismo y actividad que
le caracterizara, transformó un desierto de la provincia de Mendoza
(departamento de San Rafael) en una próspera estancia de 80.000 hectáreas. Ese
establecimiento adquirió notable importancia y reunió a varios millares de
vacunos. Ocho años después, en 1926, vendió dicho establecimiento para
continuar con la compra venta de hacienda, actividad en que lo ha sorprendido
la muerte.
Don Carlos J. Ratti fue un hombre generoso y bueno. Franco y
espontáneo en todas sus manifestaciones, en todas sus actitudes, fue
personalmente, un ejemplo de rectitud. Cuando no le fue posible realizar
íntegramente sus aspiraciones –noblemente inspiradas- sufrió moral y
físicamente por los sinsabores que brindan las actividades en el complejo
engranaje humano.
Un rotundo sentimiento de simpatía rodeó en todo tiempo la
personalidad del señor Ratti. Gozaba de grandes y sinceros afectos y sabía
conquistar otros nuevos en cada oportunidad que se le brindaba.
Su gestión al frente de la Intendencia Municipal de Morón
fue demasiado breve como para poder soportar un examen que permita verter un
juicio exacto. El curso de breves meses no señala un período suficiente para
establecer el resultado de una gestión. Se sabe, empero que el extinto se
proponía llevar a la práctica diversas iniciativas concretadas en un vasto plan
de acción edilicia, que la muerte le impidió materializar de acuerdo a sus
propósitos.
Se ha de recordar en todo momento la actividad, la
dedicación, el aporte de iniciativas de toda índole con que don Carlos J. Ratti
señaló su desempeño en las funciones de delegado municipal de Ituzaingó.
Posiblemente haya sido ese el lapso de sus actividades públicas que arroje un
saldo más positivo en pro del progreso de este pueblo. Su obra en la función de
delegado municipal fue en realidad extraordinaria y ello fue motivo para que
concurriera más tarde a que su nombre reuniera cálido afecto popular.
La impresión causada por su fallecimiento fue verdaderamente
intensa. La casa mortuoria en Ituzaingó se vio concurrida por una afluencia tan
extraordinaria de público que resulta difícil recordar otro caso semejante.
El acto del sepelio que se realizó en la necrópolis de Merlo
constituyó una imponente e impresionante manifestación de duelo. Basta para
ello consignar que el cortejo estuvo formado por 160 coches.
Con motivo del fallecimiento del señor Carlos J. Ratti la
intendencia municipal ejercida por el presidente del Concejo Deliberante dio a
conocer un decreto de honores. También adoptaron diversas resoluciones con
finalidades de homenaje el Concejo Deliberante, el Consejo Escolar del distrito
y el comité del Partido Demócrata Nacional. Todos esos cuerpos designaron
oradores para hacer uso de la palabra en el acto del sepelio.
Numerosas instituciones se adhirieron al duelo remitiendo
coronas de flores naturales.
En Ituzaingó el comercio local como manifestación de duelo
cerró sus puertas hasta las 12 horas del día 27.
Con la desaparición de don Carlos Ratti el pueblo de
Ituzaingó pierde a uno de los propulsores más efectivos y constantes de su
adelanto. Casi hijo de Ituzaingó había aportado al mismo sus mayores
entusiasmos, sus más sanas energías y lo mejor de su corazón.
¡Si, de su corazón! Porque don Carlos sentía por el pueblo
de Ituzaingó un sentimiento intenso de patriotismo localista, sentimiento que
puso de manifiesto cada vez que le fue factible demostrarlo.
¡Ante la tumba prematura de ese hombre generoso y bueno
vertemos estas palabras que nos dicta el respeto que nos mereció en toda su
existencia y asociamos su nombre y su memoria a la propia existencia de este
pueblo que tanto amó en vida!