Al editar esta publicación nos hemos propuesto ofrecer al
lector una información más o menos perfecta y minuciosa de los antecedentes de
la fundación del pueblo de Ituzaingó, cuyo sexagenario se celebra hoy. Para
ello era preciso ir a fuentes originarias de manera que este trabajo
respondiera ampliamente a los propósitos de su editor.
Nuestra permanencia de 28 años en este pueblo no era
suficiente para los fines perseguidos. Era
necesario llevar mucho más lejos la investigación, remontarse a medio
siglo y aun más. Tan solo reuniendo datos exactos de tan lejana data podríamos
ofrecer al lector una edición histórica que interpretara el propósito que nos
impulsó a lanzar a la publicidad esta edición.
FUNDADORES DEL PUEBLO QUE AÚNVIVEN
En nuestras investigaciones previas reunimos dos datos de
innegable valor: la existencia en las afueras de esta población de dos vecinos
que merecen el calificativo de fundadores de Ituzaingó. El más anciano resultó
ser don Hilario Rodríguez nacido en el año 1860; el otro era don Luis Leonardo,
nacido en el año 1863.
CON HILARIO RODRÍGUEZ
Sabíamos que este criollo genuino vivía en la zona del
puente Márquez y hacia ese punto nos dirigimos. Después de un recorrido de una
legua llegamos a una casita situada a escasa distancia del río. Un ombú enorme
nos recuerda que no solamente la Pampa tiene el suyo…
Llamamos. Un viejito aún fuerte y bien plantado, se adelanta
a recibirnos.
-Posiblemente usted ha de conocer a Hilario Rodríguez
–preguntamos en la duda.
Nos mira sorprendido. Parece pensar.
-Creo que sí…
-Tal vez usted mismo…
-Sí señor. Yo soy Hilario Rodríguez…
Le explicamos el móvil de nuestra visita.
-Pase, nos dice de inmediato. Y nos acompaña al interior de
la vivienda.
Don Hilario Rodríguez es un hombre inteligente y amable. Se
presta gentilmente al interrogatorio y nos facilita datos preciosos. Por
momentos hace esfuerzos por recordar episodios lejanos. En otros se torna
afirmativo, categórico, como quien está seguro de lo que dice.
Nació el 21 de octubre de 1860. Recuerda con cariño a su
maestro Máximo Rebello. Fue doce años a la escuela y salió de ella porque “no
le gustaba” el estudio. No quería ser hombre de pluma, ni de empleos. Tiene un
mal concepto de los que se dedican a tareas intelectuales. Le atraía el trabajo
rudo, trabajo “de hombres”. Nació en la quinta que se conoce actualmente por de
Leloir y tuvo diez hermanos. Se casó con Carmen Alvarado, la que falleció
veinte años después de su enlace, exactamente en el día aniversario y a la
misma hora. Don Hilario la recuerda afectuosamente y nos cuenta detalles de
aquella desaparición repentina. La casita donde vive actualmente es más vieja
que él. Siempre la conoció así. Ahora tiene a su lado una hija y dos nietitos
huérfanos.
Don Hilario Rodríguez se acuerda de las personas que
vivieron en aquella época, hace cincuenta y sesenta años. “Los Pastré los he
conocido cuando aun no caminaban”. El primer cuarto de carne que se vendió en
Morón, nos dice, lo abrió mi padre, juntamente con Pedro José y Juan Idaberry y
José Pérez. El primer mercado que abrió en Morón recuerda que estaba en el
lugar donde se ubica actualmente el corralón de materiales de la casa
Passadore. Eso ocurría allá por el año 1875.
Nos habla de la primer posta que se hallaba en San Justo y
de la posta de Pardo, en el campo de Malaver.
Recuerda perfectamente la “pulpería de Vizcarreta” en el
lugar que es actualmente Gaona y Santa Rosa. Esa pulpería era muy concurrida en
aquella época.
El alcalde de Puente Márquez era entonces don Gabriel
Rodríguez.
La primer escuela de Ituzaingó funcionó en el local que
ocupa actualmente el taller mecánico del señor Oscar Arnal, en Rivadavia y
Santa Rosa. Cerca de la hoy “Cabaña Los Toros” funcionaba otra escuela pero esa
era particular.
POR QUÉ ITUZAINGÓ SE LLAMÓ SANTA ROSA
En su relato don Hilario Rodríguez ofrece un dato
interesantísimo. En la calle hoy Rivadavia a pocas cuadras hacia el oeste,
funcionó el primer almacén o pulpería que se llamó “Santa Rosa” debido a que la
mujer del pulpero –un tal Don Juan- se llamaba Rosa. El almacén cambió después
de dueño y fue propiedad de Antonio Ferrando pero conservó su denominación de
“Santa Rosa”. De allí nació el nombre de Santa Rosa con que la gente designó a
la población. Ir al “poblado” era ir al almacén “Santa Rosa”. Y el pueblo se
popularizó con la denominación de referencia.
A ese respecto debe consignarse que Ituzaingó es el nombre
de la estación ferroviaria, pero el pueblo, en realidad, sigue siendo Santa
Rosa, pues jamás se le cambió esa denominación, figurando como tal en los archivos
oficiales.
EL TENIENTE CORONEL CÉSAR CARDOSO
Hilario Rodríguez trabajó muchos años con el teniente
coronel César Cardoso, personalidad destacada de la época en esta zona. Narra
diversas anécdotas relacionadas con este militar y se especializa, en sus
recuerdos con la participación que tuvo el teniente coronel Cardoso en el
combate de Puente Márquez.
COMBATE DE PUENTE MÁRQUEZ
Cuando yo era niño –nos dice Hilario Rodríguez- se hablaba
mucho del combate de Puente Márquez librado algunos años antes antes contra las
fuerzas del tirano Rosas. La gente señalaba el lugar preciso de la batalla y se
narraban episodios de la lucha. El combate tuvo lugar en el lado este del
puente en el mismo sitio donde ahora está el boliche. A ese respecto su
declaración es afirmativa, como quien está bien seguro de lo que dice.
LAS PULPERÍAS DE LA ÉPOCA
La primer pulpería de este lugar fue la de don Miguel Naón.
Estaba situado en el campo que se conoce actualmente por el del Coronel Gil.
Esa pulpería se instaló en el año 1855. Su dueño era hombre de gran autoridad e
influencia en este lugar. Además hubo otra pulpería en el lugar que ahora se
conoce por calles Gaona y Santa Rosa: la pulpería de Vizcarreta.
LA ESCUELA DE PUENTE MÁRQUEZ
Nos habla Hilario Rodríguez de la vieja escuela de Puente
Márquez. Se expresa con admiración de la ex directora de esa escuela, señora
Luisa Morales de Voelklein. Según su opinión nunca hubo en Puente Márquez
educadora que superara a la señora de Voelklein. Con anterioridad recuerda
también la excelente actuación de la señora de Coquet, esposa del ex jefe de la
estación ferroviaria, que fuera directora de esa escuela.
UNA ANÉCDOTA. HILARIO RODRÍGUEZ NO NACIÓ PARA SER RICO
Del tropel de recuerdos que van desfilando a medida que
evoca acontecimientos de la niñez o la juventud surge una curiosa anécdota que
nuestro reporteado narra con lujo de detalles.
-…No amigo, yo no he nacido para ser rico… Acostumbraba a
comprar de vez en cuando algún billete de lotería, un día me mandaron una
decena íntegra del número 11665; lo tuve en mi poder tres días y al tercer día,
al hallarme con el que lo enviaba le pregunté si no tenía otro número peor para
mandarme. “¿No le gusta ese”, me preguntó. “No, hombre, no me gusta ni lo
quiero, lléveselo y mándeme otro si tiene tiempo”. En eso, escuchaba esta
conversación don Antonio… (ahora no recuerdo el apellido, pero sé que fue
sacristán en la iglesia de Morón) y resolvió quedarse con el número. “Me lo
llevo yo”, dijo, “tal vez ese tenga premio”.
-Ya ve usted –dice don Hilario- el número 11665 Salió
premiado con la grande: cien mil pesos. Pero tengo la idea que en algún lugar,
sin buscarlo volveré a encontrar ese número… Ese día no he de perderlo… quién
le dice que todavía pueda “pegarla”…
Cuando nos retiramos, luego de agradecer a nuestro
informante los datos interesantísimos que nos acaba de suministrar nos acompaña
amablemente hasta el corpulento ombú que se eleva majestuoso a la entrada.
Y al estrechar la mano de este criollo genuino sentimos un
sincero sentimiento de afecto y de respeto. Involuntariamente sin quererlo,
sentimos que este anciano es todo un símbolo tradicional y una extraña
evocación de épocas lejanas de este querido pueblo de Ituzaingó. Epocas mejores
que las actuales, cuando otros sentimientos presidían las relaciones; cuando la
sencillez era la característica de cada acto y de cada pensamiento…
Y murmuramos:
-¡Dichoso de usted, amigo, que conoció Ituzaingó en aquellos
años!